Un mismo corazón

Acabo de ver un vídeo de Ashley Hetherington que me dejó pensando en una cosa.
Lo que más temen muchas personas es someter sus vidas y los anhelos de su corazón a Dios, porque temen que Dios no tenga en sus planes lo mismo que ellos desean. Incluso aunque saben que la voluntad de Yavé es buena, agradable y perfecta, temen. Incluso aunque saben que la voluntad de Dios es mucho más maravillosa de lo que podemos imaginar, temen.
A lo largo de mi caminar con Yavé he dejado atrás ciertas cosas y he tenido que poner en manos de Papá Lindo situaciones cuyo resultado temía. He tenido que decir "hágase tu voluntad y no la mía" aunque haya querido salirme con la mía. He tenido que hacerlo, pero creo... que no he sentido miedo de someterme a la voluntad de Dios.
¿Por qué?
Yo no soy, ni por asomo, alguna especie de súper humana. No soy ajena al miedo, a la ansiedad o a la angustia. De hecho, si soy totalmente honesta, debo decir que tales emociones son frecuentes en mi día a día. Ellas están ahí, en mayor o menor medida, pero siempre sujetas al amo de mi existencia: Yeshua. Él es quien puede dominarlas, no yo.
Pero ¿por qué no tengo miedo de someterme a la voluntad de Dios?
Porque sé que la mía apesta.
Yo no soy persona que haya logrado algo (cualquier cosa) en sus propias fuerzas, yo sé bien que antes de rendirme a Yavé mi existencia era vacía (razón por la cual había planificado suicidarme), yo sé bien que soy solo polvo y que, si no fuera hija de Dios, mi destino sería la nada de la muerte. Yo sé todas estas cosas, no las escondo bajo la alfombra.
Y vivimos en un mundo donde reconocer estas cosas es censurado o infravalorado (¿Cómo puedes ser tan inseguro? ¡Tienes que tener más confianza en ti mismo!), pero Cristo nos enseñó que este mundo está al revés y que abajo es arriba y arriba es abajo, fuerte es débil y débil es fuerte. Reconocer mi debilidad es mi fortaleza, porque Dios se engrandece en dicha debilidad.
Así pues, creo que la razón por la cual no he temido dejar todo en manos de Yavé es que sé reconocer que mi corazón es engañoso y, por lo tanto, no es digno de confianza al cien por ciento. Confío más en Yavé que en mí misma, porque mi voluntad me llevó al suicidio y la voluntad de Papá Lindo me llevó a la vida.
Quiero recordar eso cada día, para que cuando lleguen las luchas internas pueda yo dejarlas en manos de mi padre celestial y quedarme tranquila porque lo que sea que él tenga planeado para mí siempre será mejor que lo que yo quiero para mí.
Y, si yo quiero para mí lo que él quiere para mí, ese plan o deseo valdrá el doble porque Papá Lindo y yo anhelamos con un mismo corazón.