Lucía Ruiz
Lucía Ruiz
Psicológico
Pero antes de hilar tan fino deberíamos hablar de cuál es la primera impresión que uno suele llevarse de ella. Cuando uno conoce a Lucía Ruiz, lo primero que piensa es que esta chica es amable y risueña. Y eso no tendría por qué cambiar, a no ser que uno se tope con ella en un día cargado de estrés.
Oh, si te cruzas con Lucía cuando está repleta de trabajo, probablemente ella ni notará tu existencia.
Es muy buena amiga de sus amigos. Es el tipo de amiga que recordará tu cumpleaños y que preparará un obsequio para ti, porque es una mujer comprometida para con quienes ama. Tal como hace gala de una responsabilidad sin parangón en el trabajo, exhibirá un enorme sentido del deber para con sus amigos y familiares. Le gusta que cuenten con ella, así como le gusta sentir que cuenta con los suyos.
Es susceptible a la naturaleza volátil de algunas personas, porque le cuesta asimilar el hecho de que no todos son tan comprometidos como ella. Dado que se llama a sí misma "una mujer de hechos", espera que los demás le demuestren con acciones su afecto. Cuando las palabras de amor no concuerdan con las acciones, puede terminar saboreando una amarga decepción.
Odia sobre todas las cosas que la gente abuse de su buena disposición.
Ama sobre todas las cosas dibujar, los animales y la comida.
Lucía no siempre es el alma de la fiesta, pero esto no significa que no sepa cómo divertirse. Su concepto de diversión es una tarde cocinando o leyendo algún buen cómic. Puede disfrutar de un paseo vespertino tanto como de una reunión de amigos.
Ahora bien, en el ámbito de las palabras... Puede ser persuasiva cuando quiere, pero no siempre es buena recordándose sus propios límites. A veces cree que su ingenio puede sacarla de cualquier problema y se sorprende al descubrir que no siempre es así.
¿Cambia eso su modo de hacer las cosas? No. A pesar de su apariencia afable y diplomática, Lucía en realidad es bastante testaruda. Le cuesta cambiar cosas abstractas, como su opinión respecto a una persona o sus creencias más profundas. Hay cosas en este mundo que le cuesta comprender y no puede decir que le guste el sistema de cosas actual, pero su vena responsable la empuja a adoptar los métodos que la sociedad ofrece.
Después de todo, son los métodos que funcionan.
Presenta una tendencia a infravalorar sus emociones, porque la gente siempre alabó su buena cabeza y su sensatez. Siendo hermana de alguien tan visceral como Valentina, siempre terminó adoptando el rol de la diplomática en la familia. Valentina era la emocional y Lucía era la racional. Valentina podía armar un escándalo entre lágrimas, pero ella aprendió a reprimirlas y a decirse que no debía exagerar.
Cuando recuerda aquellas épocas, lo hace con cierta resignación. Es normal que haya pasado eso, se dice, porque Valentina siempre fue el sol de la familia y ella siempre fue... un candelabro.
No importa, se dice. Al menos ella es la inteligente. Incluso si Valentina obtuvo mayor éxito profesional que ella, Lucía sabe que el ámbito de la mente y la lógica es su campo de juego. Es en ese ámbito donde mejor le va, así que es el ámbito al cual se aferra más.
¿Y qué ocurre cuando su lógica se ve desafiada por cosas sin sentido aparente?... La negación. Lucía no suele admitir esto, porque no se considera alguien inflexible o radical, pero su primera acción ante cosas sobrenaturales o inexplicables es negarlas. Es solo luego, habiendo ya meditado al respecto, que puede mostrar aceptación.
Pero, oye, todos tenemos ciertos bordes ásperos en nuestra personalidad, ¿no es así? Bordes ásperos que son suavizados por ciertas personas o sucesos. Para Lucía, esas personas son su sobrino Joaquín, Haziel y Árpad.
Para Lucía, esos sucesos son lo que Dios hizo en su vida y MESIÁNICA.
Los recuerdos más entrañables de su infancia son los relacionados a eso, precisamente: la vida en comunidad. Lucía no puede evitar que una sonrisa nostálgica aparezca en su rostro ante la imagen de sus vecinos preparando una rica pachamanca junto a sus padres y la imagen de su hermana mayor, Valentina, trepando un árbol o escalando alguna montaña.
Tiene muchos recuerdos de su madre, porque ella volcó todos sus años en criarlas a Valentina y a ella. De su padre tiene pocos recuerdos, pero se trata de unos bastante significativos. Son... recuerdos especiales. Con Valentina, en cambio, tiene muchas memorias, desde divertidas hasta desagradables. Su hermana mayor siempre era la que proponía los juegos y la que movilizaba a los otros niños.
Cuando ambas llegaron a la adolescencia, eso no cambió.
Cuando ella tenía diecisiete años, su hermana cometió el mayor error de su vida: enamorarse del innombrable, casarse con él y mudarse a Lima SOLO con él.
El innombrable era un pandillero de aquellos... Un hombre de esos que maltratan a sus esposas y que no se reforman. Lo único bueno que salió de esa relación fue Joaquín, su amado sobrino.
Pero estas cosas, el nacimiento de Joaquín y lo mal que le estaba yendo a su hermana en Lima, también representaron para Lucía un cambio sustancial. Cuando ella decidió mudarse a la capital peruana, sus padres no se opusieron, pero sí destinaron gran parte de sus ingresos a ayudar a su hermana. Eso dejó a Lucía con pocas posibilidades de pagar una universidad privada.
Al verse en la disyuntiva de buscar una academia pre-universitaria (que no le aseguraría del todo una plaza en una universidad pública) e invertir el dinero que sus padres podían darle en estudios técnicos, decidió empezar a trabajar. Lucía pensó que así podría ahorrar dinero suficiente para pagar una carrera técnica. Si era una relacionada al dibujo, mejor.
Pensó.
Y pensó muchas cosas, pero la realidad la alcanzó y la única carrera que corrió fue la carrera contra los pagos mensuales de su apartamento y los gastos alimenticios. Mes a mes, la perdió. Incluso si trabajaba a tiempo completo, no podía ahorrar tanto como le habría gustado. Incluso si daba más del cien por ciento, no veía los resultados de su esfuerzo.
Un par de años después llegaron a su vida dos personas, una que iluminó todo y otra que lo ensombreció todo. La primera fue Ishihara, su nuevo vecino. Ishihara tenía solo unos años menos que ella, pero en algunos sentidos se comportaba como el hermano mayor que a Lucía le hubiera gustado tener: un hermano protector pero divertido, sensato pero valiente. Ishihara era asertivo y Lucía no pudo evitar admirarlo por eso.
La segunda persona fue Darcel, su ex.
Darcel trabajaba como mesero en un restaurante donde Lucía empezó a trabajar. Y Darcel era inteligente y encantador, y sabía todas las cosas que Lucía desconocía de Lima y del mundo. Darcel era alguien independiente y estaba bien establecido en la vida, porque estudiaba en una buena universidad y su familia era de clase media-alta. Deslumbrada por él, Lucía aceptó su invitación a salir. Deslumbrada por él, Lucía aceptó ser su novia.
Cuando Darcel y ella cumplieron dos años de relación, descubrió que él le era infiel. No con una chica en el lugar de trabajo, sino con tres. Ya que ambos habían acordado mantener su relación como algo privado, el señor se había tomado la libertad de tener más novias.
Lucía aprendió dos cosas importantísimas en esa época de su vida.
Uno: NUNCA debes ser la novia de alguien que trabaja contigo. Si rompen la relación de modo bochornoso, TODO el mundo se enterará y los días laborales se volverán un infierno.
Dos: NUNCA debes asumir que alguien es bueno solo porque va a una buena universidad y porque viene de una buena familia. Darcel resultó ser...
Una pesadilla.
Incluso después de que Lucía terminó con él por su infidelidad, el tipo le pidió una nueva oportunidad y la acosó durante unos buenos meses con esa cantaleta. Cuando ella cambió de número para ya no tener que evadir sus llamadas, quién sabe cómo Darcel lo averiguó y volvió a acosarla. Cuando ella se quejó con su jefa, esta conversó con ella y Darcel y le hizo a él algunas advertencias que al final quedaron en solo eso: advertencias.
La cosa llegó a tal punto que Lucía decidió renunciar a su trabajo para ya no verlo más.
Cuando consiguió un nuevo empleo, fue en una tienda por departamento. Fue por ese entonces que Darcel volvió a llamarla. Ella decidió permitirle a Ishihara responder la llamada y hacerse pasar por su nuevo novio para advertirle al tipo que dejara de acosarla. A pesar de que había visto a Darcel solo un par de veces, Ishihara estaba bastante molesto con él, así que terminó amenazándolo con denunciarlo si no se detenía.
Lucía volvió a cambiar de número y cortó contacto con todos los amigos de su anterior trabajo.
No le contó a su familia nada, se dijo que lo haría cuando los sentimientos hacia Darcel se esfumaran por completo. No estaba segura de poder hablar de lo ocurrido sin llorar y...
Nunca le ha gustado llorar.
Ahora que llegó el año dos mil veintidós, no mucho ha cambiado. Sí, su vida adquirió cierta estabilidad. Ha logrado adaptarse a su trabajo, incluso si hay cosas que no le agradan. Tiene algunos amigos..., aunque la mayoría son de su edificio porque en el trabajo todos se alejan de ella debido a los chismes de su compañera narcisista (¡¿por qué siempre atrae a gente tóxica?!). Cuando puede, cuida a su sobrino y eso la hace feliz porque puede pasar algo de tiempo con él y su hermana.
A veces lamenta que Valentina y sus padres se hayan distanciado a raíz de lo del innombrable (en serio, ¿por qué tenían que pasar cosas así?), pero hace lo mejor que puede con lo que tiene.
A veces se siente un poco... atrapada, pero ¿quién sabe?
Tal vez algo o alguien consiga liberarla.
✓ Leer libros y cómics. Le gusta especialmente admirar el arte de los cómics y las portadas de los libros. Nunca lee sinopsis o cosas así, se deja llevar por lo visual.
✓ El color verde. Es su favorito.
✓ El arroz con pollo y el lomo saltado. ¡Los mejores platillos del mundo!
✓ Los paseos con Kisu.
X Ver basura en la calle. ¿Acaso la gente no puede llevarse su porquería a su casa?
X El trabajo mal hecho.
X El maltrato animal. No, tacha eso. No solo le disgusta. LO ODIA.
X Las discusiones. Por lo general, las evita.